lunes, 5 de mayo de 2014

Las falsas palabras


Un Jedi sabe que la maldad no existe. Lo que suele confundirse con maldad es el miedo, la ignorancia o la ira: las diversas caras de la oscuridad.
El Jedi conoce también que tampoco hay malas palabras, sino palabras falsas. Cosas que parecen tener significado pero son solo instrumentos de la oscuridad.
Las palabras pueden provocar tanto sufrimiento como las armas más terribles.  Hay palabras que han matado millones de personas.
La más dañina, la más fértil cuna de guerras, destrucción y dolor es la palabra “Ellos”
Por supuesto, su inseparable hermana resulta igualmente feroz y necesaria para el triunfo de la oscuridad y el caos: “Nosotros”
La concepción de que el universo puede ser divido en dos categorías, una de las cuales integra completamente a un individuo y otra que no lo contiene para nada, es una de las falsedades más difundidas a la hora de reclutar odio y miedo.
El mundo real no puede ser dividido. Todo está entrelazado.
¿Cómo podría dividirse el mundo en “nosotros” y “ellos”? ¿Tan seguro se puede estar de que todos “nosotros” realmente somos “nosotros”, y de que no hay nada de “nosotros” en “ellos”?
La palabra “nosotros” es el germen de todo ejército, “ellos” es la simiente de todo campo de concentración, bombardeos y odios.
Cuando el jedi escucha que alguien está hablando sobre “nosotros” y “ellos”, sonríe y se aleja del político, comerciante de odio o mero ignorante al micrófono. El jedi es algo pacato y detesta las falsas palabras. Lo impresionan.

jueves, 12 de septiembre de 2013

El mejor chiste de la Galaxia




El maestro le dice al alumno “Prepárate joven padawan, hoy nos vamos de vernissage”
- Sí maestro. ¿Cómo debo prepararme?
- Para empezar bañate. Ponete algo decente y las zapatillas blancas y después nos vamos.
- Maestro, ¿qué haremos allí? Nunca fui a un lugar así.
- Básicamente prestigiaremos una exposición de obras de arte, cautivando la atención de la concurrencia con el relato de nuestras  aventuras. También brindaremos unas pocas dosis homeopáticas de sabiduría Jedi. Te lo advierto: es posible que hoy la pongas. No es el objetivo, pero suele ser una consecuencia no despreciable de nuestra rica conversación y sentido del humor.
- Pero yo carezco de humor.
- ¿Quién te ha enseñado esa pelotudez? Si he sido yo, ignóralo. Es una orden. Probablemente estuviera algo tomado cuando...
- No, maestro. Lo que digo es que no sé decir cosas graciosas.
- No hay problema. Te daré un chiste para que cuentes. Hará colapsar de risa a todos. Es un chiste que existe hace milenios pero se cuenta solo una vez en la vida. Nadie que lo escucha es capaz de repetirlo sin el entrenamiento jedi. La gente común ríe tanto que el cerebro desarrolla una defensa inmediata contra la posibilidad de morir allí mismo de risa. Entonces luego de una hora, quizá algo menos, de locas convulsiones de felicidad, los oyentes olvidan lo que han escuchado y se quedan simplemente con una beatífica sensación de gratitud por la felicidad experimentada. Es más o menos como cuando le hacés un buen service a una mina y ésta…
- Maestro, disculpa, pero no quiero perturbar una celebración contando el chiste en un momento inoportuno.
- No te preocupes. Yo te haré la infalible seña del ataque de espada de tercera ronda para indicarte cuándo deberás contar el chiste.
Y así un rato después se fueron el Padawan y su maestro a la joda.
Cuando los contertulios ya estaban provistos de su correspondiente copa de vino o vaso de Coca Light, el padawan buscó la seña de su maestro para contar el chiste. Nada. La conversación siguió por media hora circulando por los tópicos habituales. El aprendiz estaba siempre atento a la seña, esa leva de cejas que indicaba el momento de atacar con la espada en tercera ronda y que allí significaría la orden de desatar las inconmensurables fuerzas del mejor chiste de la galaxia, celosamente guardado durante milenios, jamás escrito o documentado. Sin embargo, las cejas del maestro permanecían quietas como si una repentina y secreta inyección de bótox le hubiera congelado la musculatura facial a punto tal que parecía una máscara de piedra. El padawan no descartó la posibilidad, ya que frecuentemente el maestro se inyectaba cosas durante las fiestas. Pensó en ir al baño a ver si encontraba las habituales jeringas que el viejo dejaba por cualquier lado. Pero en ese momento sus miradas se encontraron. El Padawan hizo la seña de la espada que aparece en la tercera ronda, pero el maestro hizo un visible gesto de negación con su cabeza. Un rato más tarde el Padawan interrogó nuevamente al viejo, quien repitió la negativa. Así hasta que finalmente la gente empezó a irse. El padawan sospechaba que la intención de su maestro era que se quedara solamente con la chica de la pollera negra con tachas que le tiraba onda y que entonces el viejo cedería por fin para que su aprendiz pudiera soltar toda la energía del mejor chiste de la galaxia y provocar el marasmo, la aterradora convulsión de risa y placer que pondría a la muchacha a sus pies. Pero nada; la mina finalmente se cansó y se fue. El maestro se acercó al padawan, dejando detrás un par de borrachos que dormían en un sofá.
- Vamos, ya es tarde y yo estoy que reviento.
- Pero maestro, el chiste. No pude contar el chiste. Podría haber sido el centro de la fiesta, la alegría de toda esa gente…
- Es cierto. El chiste es poderoso.
- Por lo que me dijiste, el chiste es el poder mismo… Podría haber cambiado la vida de esa gente, cambiado sus convicciones políticas, sus prácticas mercantiles… ¡podría haberme cogido a una mina!
- Padawan, déjame recordarte que nosotros somos Jedis. Despreciamos el poder.
- Pero entonces, ¿para qué me contaste el chiste?
El maestro lo miró fijamente. Dejó transcurrir unos segundos hasta recuperar todo el aspecto de la sabiduría misma hecha hombre y entonces habló.
- Porque muchacho, para despreciar el poder, primero tienes que tenerlo.
El padawan enmudeció. El maestro le alcanzó la toga y haciéndole la seña de la espada en tercera ronda, le dijo. “Ponete el abrigo que afuera refrescó.”

domingo, 16 de diciembre de 2012

Canción de guerra



En la noche tu enemigo
un susurro que no falla
a tus sueños amamanta.
con cadencias de metralla

Así el mal duerme contigo
y practica su acechanza.
Busca bajo del abrigo
clava en él tu diaria lanza

Declara tu guerra pronto
Donde otros dejan huellas
tus pasos serán trincheras
de caminarlos tan hondo

El pasado ya es de piedra
El futuro será escombros
el enemigo, inadvertido
verá llegar el asombro.

Que teman pues los injustos
a tu arsenal de haber vivido.
Antes del alba habrás vencido
y obtendrás del sol saludos.




La solidaridad civil


"Aquel Jedi que espere algo de los civiles está condenado a la decepción."
"Tu espalda solo un hermano cuidará"
"Rema tu propia canoa"

Elegir el camino del jedi implica abrazar la soledad. Quien contigo no ha caminado, difícil será que te entienda.
El jedi no espera nada de nadie.
Pero siempre debe estar receptivo a las agradables y escasas sorpresas que el universo nos depara.

martes, 30 de octubre de 2012

La escala de valores



La escala de valores
Para entender de qué hablan los humanos y sus especies miméticas cuando mencionan esta frase.
Los valores que integran la escala son muchos, pero éstos son los obligatorios para todo Jedi:
Lo sagrado
La felicidad
La verdad
El amor
La belleza
La justicia

Ahora viene la operación de ordenar. Hay que organizar la lista poniendo en primer lugar aquello que defenderías ante todo. Siguiendo la lista de prioridades, hacia el final estarían los valores que estarías dispuesto a sacrificar con tal de mantener los de arriba
¿Puedo vivir en un mundo sin fe? Yo sí. No será lo sagrado lo que encabece mi lista. ¿Puedo vivir en un mundo sin belleza? ¿Y en un mundo donde todo fuera mentira? ¿Es soportable vivir sin justicia? ¿más que vivir sin felicidad?
Lo importante es que tengamos la lista a mano, la repasemos y la corrijamos siempre eque sea necesario; pero fundamentalmente debemos tener en cuenta que todos tienen una lista, aunque no sean conscientes de ello. Y las cosas que opinan los humanos están teñidas de los juicios de valor que hacen basados en sus listas. Por eso, antes de confrontar opiniones, piensa en eso. A veces la confrontación no sirve para nada, porque los rivales tienen listas muy disímiles. A veces, lo mejor es dejar de discutir y pasar a un saludable ejercicio de lucha con sable, o irse a ver un capítulo de los Simpsons.

domingo, 5 de junio de 2011

Ilusos.

Levante la mano quién cree que publicaría en este blog mensajes de mis anónimos enemigos?
No chavos... háganse un blog propio; sigue siendo gratis.

lunes, 4 de octubre de 2010

Enfermos terminales jedi

Todo Jedi padece una enfermedad incurable cuyo desenlace es fatal. Cada uno de nosotros sabe que este día que estamos viviendo puede ser el último. El final llegará sin contemplaciones de horario u oportunidad. Cada día, los jedis reflexionan sobre el día extra que se les ha concedido y renuevan la diaria promesa de hacer que valga la pena.

lunes, 23 de agosto de 2010

Los Jedis y la mala sangre

Agonizaba el siglo XX aquella madrugada de sábado, cuando el jedi subió al autobús. En esos días, el SIDA era un plaga aún poco conocida pero monstruosamente mortal. El colectivo 278 se puso en marcha hacia el oeste de Quilmes, zona de frigoríficos sedientos de sabiduría informática. El Jedi se sentó en la segunda fila de asientos, extrajo un libro y se sumergió feliz en la brutal prosa de Vonnegut. Al promediar el recorrido, el vehículo se detuvo para recoger un peculiar pasajero: un hombre joven, pelilargo y totalmente ensangrentado, de la cabeza a los pies. Con una mano sostenía con poco éxito la hemorragia de su cuero cabelludo, con la otra, se aferraba al pasamanos tratando de no caer. Silencio.
El conductor miraba al herido con gesto indeciso entre el espanto y el asco. El resto del pasaje contemplaba aterrado. Todos sabían de sobra que la sangre ajena era, por esa época, un seguro vector del peor de los males: la infección terrible que acabaría tarde o temprano con la especie humana. Yallí, sin pensarlo del todo, el Jedi decidió que era mejor morirse de pie que vivir arrodillado, o sentado mirando para otro lado. Entonces se puso de pie y le tendió una mano al hombre herido, lo sentó y le preguntó qué había pasado. Me han golpeado, para robarme. Inmediatamente el conductor se ofreció a llevarlo al hospital, y hacia allí partieron los seres humanos. Ya en la sala de guardia, un contertulio eventual le dijo al Jedi que no volviera a ensuciarse con sangre desconocida, que tal cosa era un peligro mortal y mejor no meterse. El Jedi sonrió meneando la cabeza y confiscó un par de guantes descartables de una mesa móvil. Desde aquel entonces los lleva siempre en su mochila, visto como está que por mucho SIDA que haya, los desconocidos no tienen previsto dejar de sangrar ante los golpes de la vida.

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viernes, 14 de mayo de 2010

La niñez en peligro

Un hombre trajo a su hijo al templo. Pidió hablar con un maestro.
"Yo quiero que mi hijo practique algo de esto, algo que le estimule la sabiduría. Yo veo que tiene mucho potencial, es inteligentísimo. Usted viera las cosas que lee, cómo piensa... a mí me asombra. Yo creo que si podemos eistimularlo adecuadamente, podrá desarrollar todo eso que tiene. Yo lo veo que está para grandes cosas.."
Mientras el padre hablaba, el maestro tomó la mano del niño y lo hizo poner la palma sobre el analizador de midiclorians.
"Yo veo que en el colegio se aburre, porque claro, es como que se siente medio perdido... él ya sabe leer y los compañeritos recién están aprendiendo las vocales..."
El analizador tomó una muestra de la secreción de la piel del niño y buscó alguna presencia de los microscópicos orgánulos que permiten a los Jedis percibir la fuerza y manipularla.
"Además quiero que aprenda música, ajedréz y básquet. No quiero que ande perdiendo el tiempo, justo ahora que está en la edad de desarrollar todo su potencial..."
El maestro examinó la pantalla del analizador, levantó su mano con gesto de autoridad inapelable, y dijo "¡Imposible! ¡Este joven tiene una increíble capacidad de convertirse no solo en un caballero Jedi, sino en un auténtico líder de la orden! Deberá dejarlo aquí, en el templo todo el día. "
"Ahhh... pero yo quería que además fuera a practicar básquet y ajedrez..."
"No, señor! Sería una irresponsabilidad dejar que joven con estas dotes de conductor desperdiciara el tiempo en esas tonterías que practica cualquiera. ¡Nada de eso! Deberá quedarse aquí, todo el día!"
El padre estaba radiante, pero aún dudaba.
"Pero y el colegio... se perderá un año de la escuela..."
"¿Usted se refiere a ese lugar donde va todos los días a aburrirse?"
El hombre finalmente se convenció.
"Está bien, tiene razón. ¿Cuándo podría empezar?"
"Ahora. Déjelo nomás"
"Ahora... pero no tiene ni siquiera ropa..."
"No importa, mándela luego. No hay tiempo que perder."
El hombre se despidió del niño y se alejó, feliz.
"¿Qué hiciste, Claudio?" dijo la alcaldesa Siria Da Boda, examinando la pantalla del analizador. "Este pibe no tiene un solo midiclorian. Jamás logrará siquiera percibir la fuerza. ¡Nunca podrá ser un Jedi!"
El maestro miró por última vez hacia el final de la calle desierta y cerró la puerta.
"Ya sé, pero por lo menos va a pasar un año aquí, en el templo... a salvo del pelotudo del padre"

jueves, 13 de mayo de 2010

Prospectiva del joven Facundo Buratovich

Facundo Buratovich es un niño de nueve años. Vive en los monoblocks del Barrio Juan el Bueno de Berazategui, junto a sus padres y su hermana mayor.

Por supuesto, ninguno de sus familiares tiene la mínima idea del destino que le espera al joven.

Dentro de unos años, un investigador rosarino descubrirá una vacuna genética contra la vejez. Encima, el virus portador será tan contagioso que en un lapso de diez años, toda la humanidad será inmortal. Habrá unos pocos inmunes, pero se irán muriendo hasta que quede uno solo. Facundo Buratovich tendrá ciento noventa y siete años de edad en ese momento. La ciencia lo habrá ayudado en todo lo posible, pero su cuerpo resistirá indómito la milagrosa vacuna. Sus últimos días los pasará en un geriátrico de Nueva Ituzaingo. Su tataranieto, un joven llamado Poseidón Lee Luna Park, lo visitará durante la mañana. Facundo Buratovich le regalará al muchacho su última posesión personal, un viejo generador de nano-vestido con forma de anillo de sello. Luego el viejo almorzará solo, degustando un pan auténtico de trigo. La antigua y casi olvidada muerte lo sorprenderá durante su paseo vespertino por el domo, mientras mire por última vez la puesta del sol tras las laderas nevadas del monte Ra Patera, en el cinturón ecuatorial de Marte. Una agencia de noticias emitirá un cable que será leído hasta en el rincón más olvidado de los satélites del sistema solar. La humanidad por fin se habrá quitado de encima su pasado más molesto.

Todo esto sucederá. Está escrito.

Pero ayer, cuando aún falta mucho para su muerte, el joven Facundo Buratovich, de nueve años de edad, volvió de la escuela con el boletín de calificaciones. Se sacó dos aplazos: uno en matemática y otro en geografía. Sus padres lo castigaron por no estudiar lo suficiente y andar callejeando todo el día con sus amiguitos. Le prohibieron la playstation hasta que no levante las notas. De alguna manera, dicen, hay que enmendar a ese mocoso.

viernes, 11 de enero de 2008

Un poste, colgando del cielo

Como todas las mañanas de clases, la padawan baja del colectivo en el paredón de la Rhodia. Y enfila derecho por Primera Junta, hacia el río. Unas seis cuadras más abajo la espera el colegio, repleto de pibes por educar y alimentar.
El camino a recorrer resulta más vale aburrido. Varias fábricas, veredas desiertas y ningun árbol. La padawan saca el libro de poesía y se dispone a disfrutar esa lectura fácil de sostener mientras se camina por una vereda de quinientos metros de largo, sin interrupciones.
Así anda hasta que la mirada ocasional que dedica al porvenir, apenas por encima de los versos de la Guarino, le dvuelve una parte del mundo donde algo no funciona.
Entonces enfoca, e incluso baja el libro hasta lugar de las postergaciones.
Frente a ella, un tronco… un poste de luz. Medio poste. Medio, nomás. La parte de abajo no está. Solamente la mitad de arriba.
Flotando.
Por suerte es costumbre del ojo procesar los detalles no bien se lo enfoca y entonces aparecen los cables, que no eran de luz solamente, porque hay uno grueso de teléfono. Y otro de videocable.
Y colgando de esos cables, está el medio poste, balanceándose apenas, como demostrando lo suelto que anda.
Absurda inversión del orden previsto.
“Quien debías sostener, te sostiene ahora”
El poste calla.
Hombre con bicicleta en mano, se apiada de la Padawan y dice. “Vió? Y no sabe cómo quedó la casilla del transformador! El colectivo se subió por acá” y señala la esquina ”y lo barrió limpito al poste. Terminó acá adentro” y la mano del hombre mayor traza una línea que una la calle con el levitante madero, pasa por la padawan y finaliza como un sable de luz solar en la puerta de chapa, nueva, reluciente, que dice “edesur. “Sí, tuvieron que hacerla toda de nuevo. Pero el poste, lo dejaron así, colgando. Es un peligro”
El hombre se aleja tocándose la gorra. La padawan agradece el gesto, más que nada.
Mira hacia arriba donde el poste cercenado muestra sus entrañas de palmera. ¿Qué destino forestal te trajo de tierras rojas y cálidas a este lugar de colectivos descontrolados? Media vida fotosintetizando para terminar así, embreada, manteniendo las banales comunicaciones de los hombres y mujeres de empresa. Agujas de madera seca brotan del muñón aéreo y bamboleante. ¿Caerás sobre mí? ¿Caerás algún día? ¿O te retirarán cuando por fin haya acuerdo sobre quién era tu dueño?
Un rugido feroz interrumpe el desvarío de la maestra.
Un auto marrón sube raudo por la calle, llevando a su dueño a cumplir su destino diario con el centro de la ciudad de Quilmes.
Cien kilómetros por hora.
Por lo menos.
No corre para salvar vidas, ni detener una guerra.
No huye de una tormenta de arena, ni acude al llamado desesperado de un amigo en problemas.
No se desboca el corazón por un amor que puede perder en un minuto.
Corre para llegar antes adonde junta la limosna.
Si el hombre de remera y barba rala perdiera el control ahora, si estornudara, si reventara una cubierta, si se descuidara… como el infortunado chofer del colectivo, entonces ningún poste lo detendría. Ya no. Su camino de muerte destriparía la carne de la padawan, ensuciando malamente la casilla nueva de Edesur.
La padawan sigue caminando hacia la escuela. Retoma el libro, pero antes, dedica un pensamiento a su agenda mental:
Debo ir poniendo mis cosas en orden, concluye.

Fabián.

miércoles, 26 de diciembre de 2007

La nave de los sueños

Al final, el Jedi compró el auto.
Fue sin querer.
Resulta que fue y le prestó la plata a un amigo. Y el amigo le devolvió un auto.
El jedi medio que se asustó cuando escuchó la propuesta: “Te pago con un coche.” Después los jedis de la cofradía de Berazategui le aclararon que no usaba caballos para funcionar. Hay ciertas versiones de la enciclopedia galáctica donde el sistema solar ni figura. Es decir, hasta donde se sabe, en ninguna. Así que no es raro que el jedi estuviera medio confundido sobre coches y autos. Y a lo mejor esto explica el resto. Porque, según lo que el jedi siempre decía, él no quería tener auto.
“¡Loco, pero por veinte lucas te llevás una nave!” le dijo su amigo. Y a su manera, algo de razón tenía.
Veinte Lucas es una buena parte del producto vital del Jedi. O sea, la energía que ha invertido en adquirir ese poder de cambio es, por lo menos, interesante. Pero la generosidad de la oferta lo aplastó, le destazó los miedos y le castró todo prurito contra la adquisición de automóviles.
El Jedi se subió al auto repartiendo sonrisas. Su amigo lo acompañó en el primer viaje. El Jedi condujo el Renault por las calles de la ciudad bajo la mirada complacida de su compañero.
“Te gustó guacho. Decí la verdad!”
El Jedi dijo que sí, que la cosa prometía. El confort era estupendo y las ruedas giraban suavemente mientras propulsaban el vehículo hacia una zona despoblada.
Cuando llegaron a las afueras de El Pato, se internaron por un camino vecinal que discurría entre campos sembrados de girasoles.
“¡Pisalo nomás, vas ver cómo anda! ¡Esto vuela, loco!”
El Jedi buscó el botón de ignición, pero no lo encontró. Así que le preguntó a su amigo cómo hacía para despegar.
El amigo lo miró.
“Pisalo! Apretá el acelerador, nomás”
Cuando iban a una velocidad algo excesiva para seguir pegados a la tierra, el jedi volvió a preguntar cuándo despegaría el auto.
El amigo le mostró un gesto de preocupación. Le miró la cabeza, más precisamente el punto donde la frente se convierte en cabellera, y luego nuevamente a los ojos.
“Cómo que querés despegarlo, animal?”
“¿Pero no va a volar? ¿Acaso no es una nave?”
Su amigo le devolvió un gesto indescriptible.
Ahí se percató el jedi que esa nave plateada no despegaría nunca. Había invertido sus ahorros en un vehículo condenado a arrastrarse por siempre sobre la superficie sólida del planeta.
Volvieron en silencio, andando despacio por la ruta 2.
Hoy en día suele verse al jedi yendo de allá para acá, manejando su auto. Escucha la radio, lleva amigos a las fiestas e incluso transporta bafles y consolas de sonido. A bordo, todo es sonrisa y diversión. Pero quien presta atención, podrá ver que a veces hay un dejo de tristeza en el festejo.
En esos momentos el Jedi se relaja, afloja le velocidad y mientras conduce suavemente por la avenida Mitre, emite para sí un ruido imperceptible con los labios.
Simula el ruido añorado de un motor de iones, rumbo a las estrellas.

martes, 18 de septiembre de 2007

La mirada.

Mira el Jedi por su ventana.

Ve un muro gris cercano. Es el edificio de enfrente, la embajada del Perú.

La mirada del jedi traspasa las cosas. El jedi mira a través del edificio, y ve la mañana esparciéndose sobre las praderas del rift, más allá de su ciudad.

Sigue mirando y bajo la curva del horizonte, ve las tenues nubes altas, allí en el límite de la atmósfera.

Aún mirando, se permite atisbar las lejanas estrellas, las galaxias, los cúmulos de galaxias que hay detrás de la representación diplomática.

La solidez de los cimientos enterrados en un planeta a la deriva no lo convence. Mira al cielo con vértigo, como si temiera de pronto un corte en el vital suministro de gravedad del universo.

Luego de un segundo o dos, el Jedi se calma y sonríe divertido. La pared enfrente vuelve a su solidez habitual.

El jedi agradece entonces los múltiples beneficios de la diplomacia.

sábado, 18 de agosto de 2007

Sobre el eterno retorno

Los habitantes del continente sur de Jumarix X tienen una palabra para la persona que permanece fuera de su esencia: kon’au. Podría traducirse como “desarraigado de alma”

Una persona construye un camino, pero el camino ya existe.

Cuanto más fuerte es la elección que se deja atrás, más profunda es su marca.

A veces, las personas se encuentran viviendo fuera de su propia huella.

Se puede reconocer al kon’au por su mirada, su inquietud, o por la absoluta falta de armonía con el entorno. La forma errónea y poco natural de la vida que lleva resulta evidente para el observador diestro.

El kon’au es un estado muy común, pero temporal.

Tarde o temprano, el kon’au retorna a su senda.

Esta fidelidad que la gente profesa con su propio destino resulta a veces decepcionante: el borracho recuperado, luego de un par de años de abstinencia, vuelve a beber. La mujer golpeada que abandona a su mal marido, encuentra otro que la maltrate. Y así.

A veces, por el contrario, nos alegra el retorno del alma descarriada a su propia esencia. El amigo querido, luego de años de perseguir el bienestar material, vuelve a entrenarse en la luz. El hijo viajero retorna a su pueblo natal para poner una heladería.

Un jedi debe entrenarse para detectar el kon’au, tanto el ajeno como el propio.

Si el jedi decide ayudar a un drogadicto recuperado, debe estar atento…para no decepcionarse si el amigo recae.

El problema no es la droga, el problema es el camino.

El ladrón que deja el delito. ¿Es kon’au ahora, o lo era antes, mientras robaba?

¿Cómo distinguir?

Entrénate para reconocer el kon’au. Busca un emigrado de su tierra.

Eso es kon’au en estado puro.

jueves, 21 de junio de 2007

El Jedi y el tránsito

Hay ciertos planetas donde aún los vehículos de transporte se arrastran por la superficie. Incluso, hay mundos donde estos vehículos son conducidos por sus mismos ocupantes.

En la Tierra, a este medio de transporte se lo llama “el auto”

El auto ejerce en los humanos, sobre todo en los machos, cierto efecto narcótico.

A bordo de un auto, el humano se siente poderoso y fuerte. Esta ilusión lo lleva a conducir su auto en forma temeraria, costumbre que tarde o temprano termina lastimando a alguien.

El ser humano suele atribuir a su auto poderes mágicos. Así puede llegar a convencerse de viajar amparado por una especie de blindaje que lo protegería de las leyes de la física. Aunque parezca mentira, en los exámenes de conductor, nunca se les pregunta a los aspirantes qué tanto saben de inercia, momento de fuerzas o resistencia de materiales. Lamentablemente, algunos conductores suelen aprender estas nociones básicas de la física cuado estrellan sus autos contra otros.

Tampoco se les pregunta a las jóvenes promesas del volante por nociones básicas de ética.

Esto explica que cometan todo tipo de tonterías bajo el efecto narcótico de sus autos.

Por ejemplo, suelen insultar a otros conductores y aún a la gente que se mueve a pie.

El tenor de los insultos suele ser tal que a veces pone en peligro su propia vida.

Si un humano cualquiera le dijera en la cara a un Jedi, “Pedazo de pelotudo y la concha de tu madre, andate a la puta que te parió” o algo por el estilo, seguramente sería atravesado con toda justicia por un sablazo inmediato, o por lo menos, decapitado por un golpe de puño al costado más tentador de su loca cabeza. Nadie en sus cabales anda de a pie insultando a la gente. Pero cuando el humano monta en su auto, la narcosis lo empuja a cometer todo tipo de tropelías creyendo ser inalcanzable por la justicia. El muy tarambana cree que la velocidad de su auto lo mantendrá impune. Esto normalmente sucede siempre y cuando no se tope con un jedi, que como todos sabemos, se cuenta entre los seres más pacíficos de la galaxia. Cuando el conductor maleducado insulta gruesamente al jedi y huye a bordo de su auto, ignora que el caballero galáctico tiene ojos para ver la chapa identificatoria del auto agresor, habilidad para averiguar quién lo conduce, creatividad para planificar y paciencia para esperar el momento, tal vez distante en años, que elegirá para hacer justicia. Y estos raros actos de justicia son realmente muy bellos, desde su concepción hasta su ejecución, y sumamente saludables, por cuanto restauran momentáneamente el equilibrio ético de universo.

La vida es corta, y los jedis suelen estar demasiado entretenidos en diversiones y fiestas como para ocuparse de ciertas deudas. Así que es poco probable que dediquen sus energías a estas restauraciones. Pero de vez en cuando lo hacen, claro que sí.

domingo, 3 de junio de 2007

La propiedad

El ser es eterno. Siempre fue, siempre será.

Pero las manifestaciones del ser, en cambio, son efímeras y graciosas.

Los sistemas planetarios tienen un origen agitado. Comienzan con una estrella desequilibrada que explota, liberando al espacio una nube de gas con todo tipo de átomos.

Si la estrella se modera en sus expresiones, tal vez siga brillando por mucho tiempo más.

Lo cierto es que la nube de gas toma lentamente la forma de un disco que gira alrededor del astro madre.

Las partículas, girando locamente en el disco, chocan unas con otras y de vez en cuando se mantienen unidas. Se agrupan.

Pronto surgen las pequeñas rocas que generan una microgravedad capaz de atraer otras partículas. Aparecen entonces los planetesimales: semillas de planetas.

Los choques se suceden y pronto el espacio se limpia, dejando tan solo unos pocos cuerpos incandescentes orbitando la estrella central.

Este recién nacido sistema planetario aún posee demasiada energía, pero el tiempo se encarga de disiparla.

En algún momento cesan las lluvias de asteroides. Los planetas rocosos comienzan a enfriarse y tarde o temprano se tranquilizan lo suficiente como para albergar alguna forma de vida.

En la Tierra, en el sistema Solar, la corteza terrestre se enfrió lo suficiente como para formar un continente, una zona de tierras elevadas por encima del océano.

Como el manto debajo de la corteza es líquido, la corteza está resquebrajada en forma de placas, que se mueven unas con respecto a otras, flotando sobre el magma líquido que alberga la energía de los infinitos choques de la época planetesimal. Algunas placas se hunden, otras se raspan en su lento derivar y algunas son creadas gracias al surgimiento de nueva corteza a través de las grietas del planeta.

Esto sucede todo el tiempo, hasta que en algún momento el magma líquido de las entrañas del planeta se enfría tanto que se vuelve sólido. La corteza deja de moverse y el planeta se libera de terremotos y orogénesis. Desde el punto de vista geológico, el astro se muere.

Entre el nacimiento y la muerte de un planeta, a veces ocurren cosa graciosas.

Por ejemplo, puede aparecer la vida.

Incluso sucede que alguna de esas formas de vida reclame la inteligencia.

Pero lo más insólito es que puede pasar, aunque es realmente muy raro, que alguna de las formas de vida inteligentes, ¡algunos individuales! Se digan dueños, propietarios, amos del destino de alguna porción de la corteza planetaria.

En el colmo del delirio, llegan a inventar un cierto derecho, una especie de sistema argumentativo, para impedir que otros individuales vivan en la porción de la corteza que ellos reclaman.

Ese derecho estaría sustentado por la cantidad de seres vivientes que sus antepasados mataron para obtener ese preciado bien. Alguno incluso llegan a introducir a alguna deidad en este proceso validatorio.

Cuando se les pregunta a los dueños el porqué se consideran tales, pueden responder, “porque heredé”. Uno puede explicarles durante mucho tiempo que la supuesta herencia no es más que un sustituto algo amañado de la supervivencia genética. Es inútil. El dueño se cree dueño en forma prácticamente irracional. Algunos desposeídos llegan a cambiar tiempo de trabajo, la mayor parte de su ciclo vital, por una ínfima “propiedad”
La orden Jedi, que cuenta con testigos del fuego original, no suele preocuparse demasiado por esta forma de locura.

Todo el síndrome remite rápidamente ante la revelación de la verdad.

O si no, ante el sable de luz.

Etiqueta primate

Un humano loco exhibe el apellido y reclama respeto y sumisión.

Y para fundamentar su insólita demanda, se remonta a varias generaciones de antepasados.

Palabras de un Jedi presente, parado frente a la mesa de quesos:

“No te remontes demasiado en tu alcurnia, Anchorena: Podrías llegar a tus antepasados simios”

Algunos invitados sueltan alguna risita, otros miran con disgusto evidente al Jedi insolente que se come otro canapé.

Pero por las dudas, durante el resto de la velada, nadie se acerca a la mesa de las frutas.

miércoles, 14 de febrero de 2007

El bien sobrevalorado

Siete de cada mil ingleses y galeses confesaron profesar la religión Jedi según informa la Oficina Nacional de Estadística británica en su página web.
http://www.latercera.cl/medio/articulo/0,0,3255_5688_251889687,00.html

Un amigo terráqueo se indigna:
"Pero no es una religión real!"
Maestro Jedi : ninguna lo es.
Amigo terráqueo: Pero los jedis son un invento! No hubo nunca un..., un... Yoda real, ¿entendés?
Maestro Jedi: Hablas como si creyeras que hubo un Jesucristo resucitando, un Jehová que abrió el mar en dos o un Jonás que viajó en el vientre de una ballena. Lucas no ha tenido tanta imaginación, finalmente.
Amigo terráqueo: ¿A ver? Cortame en dos con tu sable láser, dale!
Maestro Jedi: Gallego, no siento deseos de herirte. Además, el sable de luz se usa para combatir entre caballeros.
Amigo terráqueo: Ja, Claro! No me podés cortar en pedazos con el sable láser porque yo no soy jedi. Qué conveniente!
Maestro Jedi: Es un error creer que quien corta es el filo del sable. Quien corta es la fuerza. Una vez que el jedi decide cortar, ya no es cuestión de sables. Sea luz o acero su naturaleza, la hoja ya no puede detenerse. Aún antes de moverse, el jedi ya ha cortado.
Amigo terráqueo: Ya estás hablando pelotudeces de nuevo... me podés decir, a ver, qué ganan los jedis? A ver, si me hago jedi, en qué me mejora la vida?
Maestro Jedi: Las religiones prometen trascendencia, paz, pertenencia, redención, en fin. Nosotros, los jedi, solamente prometemos una cosa: Diversión.
Amigo terráqueo: Las boludeces que hay que oir... dame otra birra.
Silencio.
Un eructo.
Otro.

"La padawan, de bancos" Por Maria Cristina Rolnik

La aprendiz de jedi se cubre los cabellos con la capucha correspondiente, y sale de su cueva. Va a pagar los impuestos para que la permitan existir como terrícola y no la expulsen hacia el planeta Veraz.
Elije cualquier banco, usando los métodos aprendidos: el mas cercano, el de nombre mas ridículo, el de paredes pintadas, el del mendigo que no pide limosna si no cigarrillos o el que este abierto a las 14.59.
El guardián del palacio esta allí por supuesto. Estos vigilantes sonríen más que los de las calles. Y además sus dientes son tan blancos, parecen colmillos nunca usados. Bueno decía que la aprendiza agacha la cabeza y hace la cola. A los 20 minutos de leer “Lolita”, siente un murmullo y OH, el vigilante divide la cola preguntando- ordenando: es jubilado, quédese en la cola, no es jubilado haga otra cola. Cola es fila se entiende. Lo que no se entiende es por que pregunta al joven con piercings varios y acne floreciente, si es jubilado. La aprendiz de jedi responde no, casi indignada (es mujer después de todo y la edad espina, que plutones) y se dirige a la fila de productivos. La otra cola es mas bella, piensa y se hipnotiza con el abanico de la señora segunda, primera fila.
Llega su turno.
Señorita tras las rejas de vidrio: “solo puede pagar 3 impuestos”, dice. El pecho de la cuasi jedi se infla y se desinfla, nunca aprenderá las normas terrestres. La fuerza la acompaña y la ilumina: “si hago la cola de nuevo puedo pagar los otros dos impuestos”
Señorita banquera se despierta y confundida dice que sí. No entiende que la aprendiz quiera volver a empezar la fila. La padawan vuelve al final muy feliz. Tiene su libro, a la fila de los jubilados al lado y toda la paciencia, que se sabe, aumenta el aura de los aprendices.

María Cristina Rolnik

martes, 2 de enero de 2007

Diplomacia findeañera

Es sabido que todo jedi es experto en el arte de la diplomacia: Un jedi gana sin vencer.
Por eso no debe extrañar que el jedi pueda participar en las festividades de fin de año en la Tierra.
Los Jedis deben participar de dichas fiestas.
Y existe una etiqueta para ellos.

1) Lugar y companía

El Jedi pasa las fiestas con quien quiere, y para decidir con quién quiere pasar las fiestas, obedece al único mandamiento de sus órganos más íntimos. El Jedi debe asegurarse que todos entiendan esta profunda verdad. De lo contrario el resto de los mortales podría sentirse tentado a presionar al jedi para que cumpla alguna de las reglas insensatas con las cuales la humanidad se enreda continuamente: “el 24 fuiste con ellos, ahora te toca con nosotros...”; “¡Cómo la vas a dejar sola a tu tía!”; “El año pasado fuimos nosotros para allá. Ahora les toca venir a ustedes” y estupideces por el estilo.

2) Invitaciones

Un jedi puede ser convidado a participar en una cena de navidad o fin de año. Generalmente esto representa un gran honor que se debe agradecer con reverencia y profundo regocijo, aunque se decline amablemente la oferta.
A veces, sin ser invitado expresamente, un jedi puede pensar que su presencia será bienvenida en una cena donde le interesa participar. En ese caso el Jedi obrará de la siguiente manera: En primer lugar contactará a alguno de los anfitriones, a quien le preguntará cuáles son sus planes para la cena de navidad o fin de año: “¿Ché Nati, con quién pasan nochebuena?”
Las respuestas pueden ser muchas, todas esclarecedoras:
“Con nadie, solos acá...” ; “Con la familia de Felipe” ; “Y... no sé... yo te iba a preguntar a vos...” o “¡Con vos, pelotudo! ¿O te vas a ir a algún lado?”

Si el jedi planea organizar una cena o fiesta en conjunto con sus amigos o familiares, bastará que se contacte con alguno de ellos y pregunte “Che, ¿qué hacemos para año nuevo?”
Si el jedi no tiene la suficiente confianza para llamar a su amigo y hacer esta
poderosa pregunta, entonces está considerando erróneamente como amigo a un mero conocido.
Si esta imposibilidad se manifestara a la hora de llamar a un familiar, entonces el jedi deberá revisar sus relaciones familiares y tal vez considerar, ¿por qué no?, un cambio de familia.

Hay gente que practica el divismo. El divismo consiste en hacer una tragedia de la invitación a las fiestas.
“Si no me llama mi hijo, yo no pienso moverme, mirá... porque siempre el que llama soy yo!”; “A vos te parece, la yegua de mi nuera, que no es capaz de llamarme para avisarme del asado?” y cosas por el estilo. Al presenciar una escena de divismo, el Jedi solamente puede hacer una cosa: Nada. Así que le dedica un microsegundo de reflexión y luego sigue con sus tareas habituales.

3) De la organización

Un jedi no dejaría nunca que los demás anfitriones o invitados se encargaran de la organización sin participar en ello. Es impensable que un jedi llegue a cenar minutos antes de poner la mesa sin haber participado o al menos haberse interesado en qué traer (entrada, salado, dulce o bebida). Ya raya en lo ridículo la posibilidad de que el jedi llegue igualmente ajeno a todo, pero con la mesa ya puesta.

4) De los gastos

Suele suceder que durante la cena o fiesta, el jedi se encuentre comiendo y bebiendo todo tipo de manjares. Y puede incluso que el jedi se sorprenda de la calidad y cantidad de la provisión. Las fuentes posibles de las cosas que se consumen en una fiesta son dos: O fueron aportadas por el mismo jedi, y/o fueron aportadas por los demás. A menos que se cuente a Jesucristo entre los invitados, no existen otras causas posibles para la aparición de comestibles o bebestibles en una mesa navideña.
Entonces, en el momento en que la fiesta va promediando, el jedi siempre pregunta a los anfitriones lo siguiente “Ché, cuánto hay que poner por el morfi y el chupi?”
La cantidad de posibles respuestas es ilimitada, pero vayan algunas a modo de ejemplo:
“Nada, bolastrún, si vos trajiste casi todo! Te tenemos que dar a vos!”
“Nada, man... con lo que trajiste vos quedamos a mano.”
“26 pesos”
Sea cual sea la respuesta, siempre es un motivo de alegría. Si no lo es, porque el dinero pedido es excesivo o porque uno desconfía de quien hace las cuentas... entonces el jedi ha pasado la fiesta con la gente equivocada.
De todas maneras, para evaluar correctamente la justeza de una liquidación de gastos fiesteros, hay que tener cierta práctica como anfitrión. La gente que está acostumbrada a invitar y abrir su casa a los demás aprecia claramente esto.

5) De la música

No es raro que de vez en cuando el jedi tenga que pasar música en la fiesta de fin de año. En este caso, esta casi palindrómica tarea, la de DJ Jedi, tiene sus bemoles.
Hay que tener entonces a mano, unas respuestas cortas y bien ensayadas para cuando se acerquen los contertulios con sus pedidos descabellados.
Pedido: “Quiero escuchar algo de pink floyd!”
Respuesta: “Por supuesto, cuando vuelvas a tu casa te autorizo a que te escuches enterito El lado oscuro de la luna”
Pedido: “Poné algún tango!”
Respuesta: “Cómo no, en cuanto esos cincuenta inadaptados que se empecinan en bailar cumbia abandonen la pista, mandamos los tangos”
Pedido: “No tenés nada de Nirvana?”
Respuesta: “Lamentablemente, el remixado de nirvana que tenía preparado se me ha perdido... tenemos que arreglarnos con esta mierda que estoy pasando”
Pedido: “Poneme algo de Keane, porfis....!”
Respuesta: “Flaca, en el derpa tengo la discografía completa. ¿Nos vamos juntos y te la pongo?”

Y por último, recuerde el jedi que el nuevo año cuenta con 365 jornadas, como mínimo, para homenajear a quienes han quedado en el tintero: aprovecha tu tiempo!

jueves, 31 de agosto de 2006

Regreso de las vacaciones

Comentario imperial, al bajar del avión

“Hicimos Londres, Madrid, Barcelona y tres días en Roma”

Comentario Jedi, al reanimarse luego de la primera siesta en casa.

“Me bañé sentado sobre un fragmento de cuarzo, y el chorro helado del río subterráneo me pegaba justo en las bolas.”

martes, 8 de agosto de 2006

Un Jedi, de compras

El jedi se va de compras.
En el negocio de artículos de limpieza hay ofertas. Atienden tres personas. Hay mucha gente esperando para comprar. Hay desorden, calor y maltrato.
Ahí viene una de las dueñas del local.
“Ay, disculpe el caos ¡Ya no doy más! ¡Ayer cerramos a las 11 de la noche!” – dice desaforada, como disculpando la espera o la mala atención.
El Jedi se indigna.
-Señora. El horario excesivo que usted dedique a sus negocios es su exclusivo problema. Deme un AXE seco, por favor.
El Jedi termina la compra y se va a la verdulería. Se coloca en la fila de espera.
Entre el público, aparece una señora, vestida con delantal...
- Disculpen, disculpen... por favor, Amalia – se dirige a la verdulera – no me das un kilo de zanahorias?
- Señora, por favor respete la fila – dice el Jedi.
- Es que estoy atendiendo el negocio de enfrente! – contesta la dama, encocorada.
- Pues ese es su problema: pretender continuar ganando dinero a expensas de mi tiempo y de la paciencia de las diferentes formas de vida que estamos esperando nuestro turno de comprar. Lo siento, vuelva más tarde.
El jedi ingresa más tarde al maxikiosko: Cuando están a punto de venderle una tijera, un señor se impacienta y dice:
- Disculpe, no me vendería un Marlboro? Tengo que irme al consultorio...
- Pues yo tengo que ir a ver los Simpsons... y también se me hace tarde. – dice el jedi, con una sonrisa.
- Pero yo...
- Usted tiene que ir a ganar dinero. Yo a divertirme. Prioridades, estimado. Prioridades.
El Jedi paga su tijera y se retira, oyendo crecer en su interior la indignación.
A la tarde, el jedi se va a tender la ropa a la azotea. Lleva con él un transceptor de banda familiar. Utiliza la radio para comunicarse con otros jedis e intercambiar saludos, chistes o especulaciones meteorológicas.
Ya tendida la ropa, enciende el transceptor y comienza a llamar a sus conocidos, cuando una voz irrumpe en el parlante
- A ver si dejan esta frecuencia, señores, que acá estamos trabajando! – dice una voz que la ecualización no logra enmascarar del todo: es el planillero de la remisería de enfrente.
El jedi no puede creer el tupé, la audacia, del intruso que ignora la constelación de consecuencias, la mayor parte dolorosas y fatales, de su impropia irrupción. Un segundo después se calma, y logra modular:
- Pues nosotros estamos divirtiéndonos gratuitamente, lo cual nos da derecho a utilizar esta frecuencia gratuita. Si vos, salamín con pelos, querés usarla para lucrar, sacate una licencia de VHF, ¡pelandrún!
El Jedi se amonesta por la ira que dejó fluir sin demasiado control, pero se consuela con la belleza del vocablo elegido.
Sonríe.
Baja a su casa, se acuesta mirando el techo estrellado de la habitación... y sueña con su galaxia natal, tan distante, tan lejana.

jueves, 18 de mayo de 2006

Contra los taxistas

El jedi vuelve a su casa.
Se dispone a cruzar la calle y mira hacia ambos lados. Nadie viene.
Pone un pie en la acera justo cuando un taxi dobla por la esquina y se abalanza sobre él.
Los reflejos del Jedi salvan su vida. Esquiva por poco la feroz embestida del vehículo que se aleja raudo calle abajo.
El Jedi cae presa de la ira.
Le desea al taxista toda clase de males.
Piensa: ¡Ojalá sufras! ¡Ojalá sufras mucho!
Y peor, sigue pensando: ¡Que vivas una vida de esclavo, condenado a trabajos forzados de por vida... que solo te detengas para dormir!
Y tal es la ira del Jedi, que llega a desear al perpetrador terribles cosas:
Que tu vida sea una prisión constante cercada por tu ignorancia.
Que los barrotes de tu celda mental permitan únicamente tres grados de libertad: “¿Cómo andará el auto?”, “¿Qué clima hay? y “¿Cómo estoy del intestino?”.
El Jedi es cruel, pues sigue pensando:
... Y que te sea negada toda la música y la literatura, que nunca disfrutes del teatro ni de los viajes... que bebas solo agua contaminada y cerveza barata, que pases tu vejez sin ayuda social... que temas el mañana... que no haya esperanza en tu vida. ¡Que debas comer cadáveres en avanzado estado de putrefacción en una parrilla al paso!
El Jedi reanuda el camino a su casa y, conforme pasan los minutos, comienza a calmarse. Nuevamente es él. La luz de la fuerza regresa.
Y comienza el Jedi a retractarse. El arrepentimiento avanza por sus fibras de caballero.No fue para tanto...
Es decir, no fue nada.... ¿Cómo va a desear tanto mal a un ser vivo por una pavada?
Realmente ha exagerado. No, seamos realistas...¡El Jedi se fue a la mierda! Le deseó la condena, la peor de todas, a un taxista por un cuasi accidente sin consecuencias... ¡Muy poco Jedi!
Llega por fin el caballero galáctico a su casa, amonestándose. Ya ha perdonando y olvidado al taxista aquél. Ahora el Jedi está preocupado por él mismo.
Pero la mala sensación se desvanece, como siempre, con el humor. El Jedi elabora un fino chiste privado.
Ríe divertido por su loca ocurrencia mientras pone a calentar el agua para el té.
Pensó: “Debo ser más cuidadoso con mis maldiciones... no vaya a ser que algo o alguien me cumpla mis bárbaras condenas mentales.”
¡Vaya idea!

lunes, 6 de febrero de 2006

Drogas

El Jedi es libre.
No padece ninguna adicción.
No alimenta al capitalismo imperial con su salud.

La droga es el modo de vida de empresarios, fabricantes, aduaneros, policías, jueces, políticos, vendedores y toda clase de cerdos exterminables.
Hay una cadena de seres oscuros, ambiciosos, gordos e inescrupulosos que colgados de ella se alimentan de los niños de la galaxia.
El sable de luz ha sido diseñado para cortar cadenas.
¡Úsalo!

Un Jedi fabrica su propia droga.
Dispone del mejor laboratorio del universo: Su cerebro.
Cuenta con la mejor receta: El entrenamiento.
Y usa la mejor técnica: La disciplina.
Cuando el jedi quiere sentir euforia, la siente.
Cuando el jedi quiere permanecer despierto, lo hace.
Cuando quiere distraerse, se distrae.
El Jedi es el comandante absoluto de sus emociones.
¡Entrénate!

El templo supremo del Jedi no se encuentra en Coruscant ni en Dantooine.
El mayor templo, el más sagrado y reverenciado templo del jedi es su propio cuerpo.
Un Jedi que no es capaz de defender su templo contra las drogas imperiales no es digno de su investidura.
Si no defiendes tu casa, ¿cómo podrías defender las otras?

Un pobre esclavo consumidor tipo 1-A puede permanecer bailando en una Creamfield mientras le dure el efecto de las pastillas. Puede llegar a estar 48 horas sacudiéndose.
Un jedi puede permanecer bailando durante varios días, hasta que se le canten las ganas de parar. Pero generalemente esto pasa en unos pocos minutos, momento en que se retira a buscar diversiones más placenteras e interesantes.

Un escarabajo coruscano de cocina vive de comer alimentos descompuestos.
Hay otros que se alimentan de mierda.
Si pudieran hacerlo, también ellos asegurarían que no hay nada mejor.

El padawan probó la droga "por interés científico".
El maestro aplaudió su curiosidad.
Le preguntó si no tenía también curiosidad por cómo se sentía ser violado simultáneamente por los 8 jardineros del templo y sus herramientas.
No le dio tiempo a responder y llamó a los jardineros.
La curiosidad no tiene paciencia.
No hay que hacerla esperar.

Mira a los drogadictos que te rodean... no escuches sus palabras, solo contémplalos.
Mira sus vidas. Mira su actitud.
Mira sus afectos, sus hábitos.
Mira sus cuerpos y sus rostros.
¿Ves dentro de ellos?
Si ellos quieren, debes ayudarlos.
Si no, aléjate en busca de quienes necesitan y quieren tu ayuda: Hay millones.

sábado, 28 de enero de 2006

Los caminos del lado oscuro

Muchos caminos conducen al lado oscuro:

El jedi daña algo querido. Sobreviene la culpa. La culpa se vuelve insoportable. El jedi, para aliviarse, se justifica. Lo querido pasa a ser odiado. Lado oscuro.

El jedi ama algo. Siente miedo de perderlo. El miedo lo enfurece. Lo amado pasa a ser odiado. Lado oscuro.

El jedi desea algo. Lo paga caro. Se decepciona. Para aliviarse, se compra otra cosa. La angustia crece y el dinero decrece. Lado oscuro.

Las vías hacia el lado oscuro suelen ser circulares.

Rompe la cadena, sal de ahí!

La culpa se arregla con la disculpa.

El odio creciente se arregla desprendiéndose del objeto amado.

El deseo se arregla con el despojo.