El jedi había visto la muerte un par de veces: Sobrevolando las praderas de Naboo, cuando le detuvo sorpresivamente el rotor de su nave de aire o en las profundidades del mar helado de Kasshyk, con forma de irresistible remolino hacia la negrura eterna.
Cada vez que vió el rostro de la nada sintió la certeza: “Aquí finaliza todo”.
En esa época la pena lo ganaba.
“Tanto por hacer aún!”, “Qué lástima terminar tan temprano...” y así.
Pasó mucho tiempo el jedi esperando la muerte que se oculta tras las columnas.
Iba por la vida escondiéndose de la acechanza de su vieja enemiga.
Ha pasado el tiempo... el río de la Fuerza fue lavando el espíritu del jedi... y finalmente la parca y él han hecho las paces.
Ahora, antes de dormir, el jedi hace un lugar en su cama.
La muerte se acuesta a su lado.
Y así se duermen enseguida, abrazados como viejos amantes.
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