El mar allá abajo refleja el sol de la mañana.
Taon Poro se viste y sale de la cueva.
Baja del acantilado y camina por la playa, hacia la casa de Kurtis Fran, su vecino.
Anzuelos...
Y algo de comida, para descansar de la dieta de algas.
Kurtis, el vecino de Taon Poro, ahora explota un mercadito en la playa.
Pero durante los terribles años de la dictadura, Kurtis fue un activo colaborador de los perseguidores. Delató a los Jedis de la comarca y nunca se supo qué sucedió con ellos, cuando se los llevaron en los tópteros de batalla.
Hoy Kurtis luce extraño.
No parece ya el vecino servicial que se apresura para abrirle la puerta al respetable caballero.
Kurtis espera cruzado de brazos, parado sobre el tablado.
Sonríe, y sus dientes de oro mastican un rayo de sol, hasta devorarlo.
Se oye la radio del local: “Comunicad...”
Taon Poro extrae entonces su sable.
Lo enciende.
Y corta por la mitad a Kurtis Fran, cuyo cuerpo cae como ropa sucia sobre las tablas deslustradas.
Taon Poro se sirve unos anzuelos y un pan.
Y emprende el regreso al acantilado.
Tiene mucho por hacer antes de que lleguen los tópteros.
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