El padawan termina el ensayo que el maestro le ha encargado.
Se trata de una investigación que le ha demandado meses de trabajo.
Se ha esmerado en la prosa y la caligrafía. Ha puesto lo mejor de sí, con gran sacrificio y cuidado.
Todas esas horas robadas al sueño o al descanso habrán servido, porque su maestro estará orgulloso de él.
El Padawan le entrega al maestro el cuaderno.
El Maestro sonríe, y sin mirar siquiera el precioso grabado de la tapa, hecho en madera de tegumo, arroja el cuaderno a la boca voraz del desintegrador.
Menos de un segundo tarda en destruirse el manuscrito jamás leído.
El padawan se horroriza, pero ante la mirada divertida de su maestro, logra calmarse.
- ¿Por.... Pero por qué...?
- ¿Has aprendido todo lo que allí escribiste?
- ¡Sí!
- ¿Sinceramente has dejado lo mejor de ti es ese escrito?
- ¡Sí!
- ¿Lo has hecho con amor?
- ¡Ciertamente!
- Entonces su propósito en el universo ha sido cumplido. Tu tarea ha finalizado.
El Padawan reflexiona un momento, pero se envara nuevamente.
- ¡Pero maestro... nadie lo leerá!
- Tú, joven aprendiz, lo has leído. Tú estas aprendiendo... nadie más.
- ¡Pero no queda nada de mi bella obra...!
- Pues esfuérzate por recodarla! Dentro de unos años tampoco quedará nada de tí, de mí, ni de ninguno de nosotros.
El Padawan calla, y el maestro, con un gesto de su mano, lo invita a servirse una taza de té.