miércoles, 26 de diciembre de 2007

La nave de los sueños

Al final, el Jedi compró el auto.
Fue sin querer.
Resulta que fue y le prestó la plata a un amigo. Y el amigo le devolvió un auto.
El jedi medio que se asustó cuando escuchó la propuesta: “Te pago con un coche.” Después los jedis de la cofradía de Berazategui le aclararon que no usaba caballos para funcionar. Hay ciertas versiones de la enciclopedia galáctica donde el sistema solar ni figura. Es decir, hasta donde se sabe, en ninguna. Así que no es raro que el jedi estuviera medio confundido sobre coches y autos. Y a lo mejor esto explica el resto. Porque, según lo que el jedi siempre decía, él no quería tener auto.
“¡Loco, pero por veinte lucas te llevás una nave!” le dijo su amigo. Y a su manera, algo de razón tenía.
Veinte Lucas es una buena parte del producto vital del Jedi. O sea, la energía que ha invertido en adquirir ese poder de cambio es, por lo menos, interesante. Pero la generosidad de la oferta lo aplastó, le destazó los miedos y le castró todo prurito contra la adquisición de automóviles.
El Jedi se subió al auto repartiendo sonrisas. Su amigo lo acompañó en el primer viaje. El Jedi condujo el Renault por las calles de la ciudad bajo la mirada complacida de su compañero.
“Te gustó guacho. Decí la verdad!”
El Jedi dijo que sí, que la cosa prometía. El confort era estupendo y las ruedas giraban suavemente mientras propulsaban el vehículo hacia una zona despoblada.
Cuando llegaron a las afueras de El Pato, se internaron por un camino vecinal que discurría entre campos sembrados de girasoles.
“¡Pisalo nomás, vas ver cómo anda! ¡Esto vuela, loco!”
El Jedi buscó el botón de ignición, pero no lo encontró. Así que le preguntó a su amigo cómo hacía para despegar.
El amigo lo miró.
“Pisalo! Apretá el acelerador, nomás”
Cuando iban a una velocidad algo excesiva para seguir pegados a la tierra, el jedi volvió a preguntar cuándo despegaría el auto.
El amigo le mostró un gesto de preocupación. Le miró la cabeza, más precisamente el punto donde la frente se convierte en cabellera, y luego nuevamente a los ojos.
“Cómo que querés despegarlo, animal?”
“¿Pero no va a volar? ¿Acaso no es una nave?”
Su amigo le devolvió un gesto indescriptible.
Ahí se percató el jedi que esa nave plateada no despegaría nunca. Había invertido sus ahorros en un vehículo condenado a arrastrarse por siempre sobre la superficie sólida del planeta.
Volvieron en silencio, andando despacio por la ruta 2.
Hoy en día suele verse al jedi yendo de allá para acá, manejando su auto. Escucha la radio, lleva amigos a las fiestas e incluso transporta bafles y consolas de sonido. A bordo, todo es sonrisa y diversión. Pero quien presta atención, podrá ver que a veces hay un dejo de tristeza en el festejo.
En esos momentos el Jedi se relaja, afloja le velocidad y mientras conduce suavemente por la avenida Mitre, emite para sí un ruido imperceptible con los labios.
Simula el ruido añorado de un motor de iones, rumbo a las estrellas.

martes, 18 de septiembre de 2007

La mirada.

Mira el Jedi por su ventana.

Ve un muro gris cercano. Es el edificio de enfrente, la embajada del Perú.

La mirada del jedi traspasa las cosas. El jedi mira a través del edificio, y ve la mañana esparciéndose sobre las praderas del rift, más allá de su ciudad.

Sigue mirando y bajo la curva del horizonte, ve las tenues nubes altas, allí en el límite de la atmósfera.

Aún mirando, se permite atisbar las lejanas estrellas, las galaxias, los cúmulos de galaxias que hay detrás de la representación diplomática.

La solidez de los cimientos enterrados en un planeta a la deriva no lo convence. Mira al cielo con vértigo, como si temiera de pronto un corte en el vital suministro de gravedad del universo.

Luego de un segundo o dos, el Jedi se calma y sonríe divertido. La pared enfrente vuelve a su solidez habitual.

El jedi agradece entonces los múltiples beneficios de la diplomacia.

sábado, 18 de agosto de 2007

Sobre el eterno retorno

Los habitantes del continente sur de Jumarix X tienen una palabra para la persona que permanece fuera de su esencia: kon’au. Podría traducirse como “desarraigado de alma”

Una persona construye un camino, pero el camino ya existe.

Cuanto más fuerte es la elección que se deja atrás, más profunda es su marca.

A veces, las personas se encuentran viviendo fuera de su propia huella.

Se puede reconocer al kon’au por su mirada, su inquietud, o por la absoluta falta de armonía con el entorno. La forma errónea y poco natural de la vida que lleva resulta evidente para el observador diestro.

El kon’au es un estado muy común, pero temporal.

Tarde o temprano, el kon’au retorna a su senda.

Esta fidelidad que la gente profesa con su propio destino resulta a veces decepcionante: el borracho recuperado, luego de un par de años de abstinencia, vuelve a beber. La mujer golpeada que abandona a su mal marido, encuentra otro que la maltrate. Y así.

A veces, por el contrario, nos alegra el retorno del alma descarriada a su propia esencia. El amigo querido, luego de años de perseguir el bienestar material, vuelve a entrenarse en la luz. El hijo viajero retorna a su pueblo natal para poner una heladería.

Un jedi debe entrenarse para detectar el kon’au, tanto el ajeno como el propio.

Si el jedi decide ayudar a un drogadicto recuperado, debe estar atento…para no decepcionarse si el amigo recae.

El problema no es la droga, el problema es el camino.

El ladrón que deja el delito. ¿Es kon’au ahora, o lo era antes, mientras robaba?

¿Cómo distinguir?

Entrénate para reconocer el kon’au. Busca un emigrado de su tierra.

Eso es kon’au en estado puro.

jueves, 21 de junio de 2007

El Jedi y el tránsito

Hay ciertos planetas donde aún los vehículos de transporte se arrastran por la superficie. Incluso, hay mundos donde estos vehículos son conducidos por sus mismos ocupantes.

En la Tierra, a este medio de transporte se lo llama “el auto”

El auto ejerce en los humanos, sobre todo en los machos, cierto efecto narcótico.

A bordo de un auto, el humano se siente poderoso y fuerte. Esta ilusión lo lleva a conducir su auto en forma temeraria, costumbre que tarde o temprano termina lastimando a alguien.

El ser humano suele atribuir a su auto poderes mágicos. Así puede llegar a convencerse de viajar amparado por una especie de blindaje que lo protegería de las leyes de la física. Aunque parezca mentira, en los exámenes de conductor, nunca se les pregunta a los aspirantes qué tanto saben de inercia, momento de fuerzas o resistencia de materiales. Lamentablemente, algunos conductores suelen aprender estas nociones básicas de la física cuado estrellan sus autos contra otros.

Tampoco se les pregunta a las jóvenes promesas del volante por nociones básicas de ética.

Esto explica que cometan todo tipo de tonterías bajo el efecto narcótico de sus autos.

Por ejemplo, suelen insultar a otros conductores y aún a la gente que se mueve a pie.

El tenor de los insultos suele ser tal que a veces pone en peligro su propia vida.

Si un humano cualquiera le dijera en la cara a un Jedi, “Pedazo de pelotudo y la concha de tu madre, andate a la puta que te parió” o algo por el estilo, seguramente sería atravesado con toda justicia por un sablazo inmediato, o por lo menos, decapitado por un golpe de puño al costado más tentador de su loca cabeza. Nadie en sus cabales anda de a pie insultando a la gente. Pero cuando el humano monta en su auto, la narcosis lo empuja a cometer todo tipo de tropelías creyendo ser inalcanzable por la justicia. El muy tarambana cree que la velocidad de su auto lo mantendrá impune. Esto normalmente sucede siempre y cuando no se tope con un jedi, que como todos sabemos, se cuenta entre los seres más pacíficos de la galaxia. Cuando el conductor maleducado insulta gruesamente al jedi y huye a bordo de su auto, ignora que el caballero galáctico tiene ojos para ver la chapa identificatoria del auto agresor, habilidad para averiguar quién lo conduce, creatividad para planificar y paciencia para esperar el momento, tal vez distante en años, que elegirá para hacer justicia. Y estos raros actos de justicia son realmente muy bellos, desde su concepción hasta su ejecución, y sumamente saludables, por cuanto restauran momentáneamente el equilibrio ético de universo.

La vida es corta, y los jedis suelen estar demasiado entretenidos en diversiones y fiestas como para ocuparse de ciertas deudas. Así que es poco probable que dediquen sus energías a estas restauraciones. Pero de vez en cuando lo hacen, claro que sí.

domingo, 3 de junio de 2007

La propiedad

El ser es eterno. Siempre fue, siempre será.

Pero las manifestaciones del ser, en cambio, son efímeras y graciosas.

Los sistemas planetarios tienen un origen agitado. Comienzan con una estrella desequilibrada que explota, liberando al espacio una nube de gas con todo tipo de átomos.

Si la estrella se modera en sus expresiones, tal vez siga brillando por mucho tiempo más.

Lo cierto es que la nube de gas toma lentamente la forma de un disco que gira alrededor del astro madre.

Las partículas, girando locamente en el disco, chocan unas con otras y de vez en cuando se mantienen unidas. Se agrupan.

Pronto surgen las pequeñas rocas que generan una microgravedad capaz de atraer otras partículas. Aparecen entonces los planetesimales: semillas de planetas.

Los choques se suceden y pronto el espacio se limpia, dejando tan solo unos pocos cuerpos incandescentes orbitando la estrella central.

Este recién nacido sistema planetario aún posee demasiada energía, pero el tiempo se encarga de disiparla.

En algún momento cesan las lluvias de asteroides. Los planetas rocosos comienzan a enfriarse y tarde o temprano se tranquilizan lo suficiente como para albergar alguna forma de vida.

En la Tierra, en el sistema Solar, la corteza terrestre se enfrió lo suficiente como para formar un continente, una zona de tierras elevadas por encima del océano.

Como el manto debajo de la corteza es líquido, la corteza está resquebrajada en forma de placas, que se mueven unas con respecto a otras, flotando sobre el magma líquido que alberga la energía de los infinitos choques de la época planetesimal. Algunas placas se hunden, otras se raspan en su lento derivar y algunas son creadas gracias al surgimiento de nueva corteza a través de las grietas del planeta.

Esto sucede todo el tiempo, hasta que en algún momento el magma líquido de las entrañas del planeta se enfría tanto que se vuelve sólido. La corteza deja de moverse y el planeta se libera de terremotos y orogénesis. Desde el punto de vista geológico, el astro se muere.

Entre el nacimiento y la muerte de un planeta, a veces ocurren cosa graciosas.

Por ejemplo, puede aparecer la vida.

Incluso sucede que alguna de esas formas de vida reclame la inteligencia.

Pero lo más insólito es que puede pasar, aunque es realmente muy raro, que alguna de las formas de vida inteligentes, ¡algunos individuales! Se digan dueños, propietarios, amos del destino de alguna porción de la corteza planetaria.

En el colmo del delirio, llegan a inventar un cierto derecho, una especie de sistema argumentativo, para impedir que otros individuales vivan en la porción de la corteza que ellos reclaman.

Ese derecho estaría sustentado por la cantidad de seres vivientes que sus antepasados mataron para obtener ese preciado bien. Alguno incluso llegan a introducir a alguna deidad en este proceso validatorio.

Cuando se les pregunta a los dueños el porqué se consideran tales, pueden responder, “porque heredé”. Uno puede explicarles durante mucho tiempo que la supuesta herencia no es más que un sustituto algo amañado de la supervivencia genética. Es inútil. El dueño se cree dueño en forma prácticamente irracional. Algunos desposeídos llegan a cambiar tiempo de trabajo, la mayor parte de su ciclo vital, por una ínfima “propiedad”
La orden Jedi, que cuenta con testigos del fuego original, no suele preocuparse demasiado por esta forma de locura.

Todo el síndrome remite rápidamente ante la revelación de la verdad.

O si no, ante el sable de luz.

Etiqueta primate

Un humano loco exhibe el apellido y reclama respeto y sumisión.

Y para fundamentar su insólita demanda, se remonta a varias generaciones de antepasados.

Palabras de un Jedi presente, parado frente a la mesa de quesos:

“No te remontes demasiado en tu alcurnia, Anchorena: Podrías llegar a tus antepasados simios”

Algunos invitados sueltan alguna risita, otros miran con disgusto evidente al Jedi insolente que se come otro canapé.

Pero por las dudas, durante el resto de la velada, nadie se acerca a la mesa de las frutas.

miércoles, 14 de febrero de 2007

El bien sobrevalorado

Siete de cada mil ingleses y galeses confesaron profesar la religión Jedi según informa la Oficina Nacional de Estadística británica en su página web.
http://www.latercera.cl/medio/articulo/0,0,3255_5688_251889687,00.html

Un amigo terráqueo se indigna:
"Pero no es una religión real!"
Maestro Jedi : ninguna lo es.
Amigo terráqueo: Pero los jedis son un invento! No hubo nunca un..., un... Yoda real, ¿entendés?
Maestro Jedi: Hablas como si creyeras que hubo un Jesucristo resucitando, un Jehová que abrió el mar en dos o un Jonás que viajó en el vientre de una ballena. Lucas no ha tenido tanta imaginación, finalmente.
Amigo terráqueo: ¿A ver? Cortame en dos con tu sable láser, dale!
Maestro Jedi: Gallego, no siento deseos de herirte. Además, el sable de luz se usa para combatir entre caballeros.
Amigo terráqueo: Ja, Claro! No me podés cortar en pedazos con el sable láser porque yo no soy jedi. Qué conveniente!
Maestro Jedi: Es un error creer que quien corta es el filo del sable. Quien corta es la fuerza. Una vez que el jedi decide cortar, ya no es cuestión de sables. Sea luz o acero su naturaleza, la hoja ya no puede detenerse. Aún antes de moverse, el jedi ya ha cortado.
Amigo terráqueo: Ya estás hablando pelotudeces de nuevo... me podés decir, a ver, qué ganan los jedis? A ver, si me hago jedi, en qué me mejora la vida?
Maestro Jedi: Las religiones prometen trascendencia, paz, pertenencia, redención, en fin. Nosotros, los jedi, solamente prometemos una cosa: Diversión.
Amigo terráqueo: Las boludeces que hay que oir... dame otra birra.
Silencio.
Un eructo.
Otro.

"La padawan, de bancos" Por Maria Cristina Rolnik

La aprendiz de jedi se cubre los cabellos con la capucha correspondiente, y sale de su cueva. Va a pagar los impuestos para que la permitan existir como terrícola y no la expulsen hacia el planeta Veraz.
Elije cualquier banco, usando los métodos aprendidos: el mas cercano, el de nombre mas ridículo, el de paredes pintadas, el del mendigo que no pide limosna si no cigarrillos o el que este abierto a las 14.59.
El guardián del palacio esta allí por supuesto. Estos vigilantes sonríen más que los de las calles. Y además sus dientes son tan blancos, parecen colmillos nunca usados. Bueno decía que la aprendiza agacha la cabeza y hace la cola. A los 20 minutos de leer “Lolita”, siente un murmullo y OH, el vigilante divide la cola preguntando- ordenando: es jubilado, quédese en la cola, no es jubilado haga otra cola. Cola es fila se entiende. Lo que no se entiende es por que pregunta al joven con piercings varios y acne floreciente, si es jubilado. La aprendiz de jedi responde no, casi indignada (es mujer después de todo y la edad espina, que plutones) y se dirige a la fila de productivos. La otra cola es mas bella, piensa y se hipnotiza con el abanico de la señora segunda, primera fila.
Llega su turno.
Señorita tras las rejas de vidrio: “solo puede pagar 3 impuestos”, dice. El pecho de la cuasi jedi se infla y se desinfla, nunca aprenderá las normas terrestres. La fuerza la acompaña y la ilumina: “si hago la cola de nuevo puedo pagar los otros dos impuestos”
Señorita banquera se despierta y confundida dice que sí. No entiende que la aprendiz quiera volver a empezar la fila. La padawan vuelve al final muy feliz. Tiene su libro, a la fila de los jubilados al lado y toda la paciencia, que se sabe, aumenta el aura de los aprendices.

María Cristina Rolnik

martes, 2 de enero de 2007

Diplomacia findeañera

Es sabido que todo jedi es experto en el arte de la diplomacia: Un jedi gana sin vencer.
Por eso no debe extrañar que el jedi pueda participar en las festividades de fin de año en la Tierra.
Los Jedis deben participar de dichas fiestas.
Y existe una etiqueta para ellos.

1) Lugar y companía

El Jedi pasa las fiestas con quien quiere, y para decidir con quién quiere pasar las fiestas, obedece al único mandamiento de sus órganos más íntimos. El Jedi debe asegurarse que todos entiendan esta profunda verdad. De lo contrario el resto de los mortales podría sentirse tentado a presionar al jedi para que cumpla alguna de las reglas insensatas con las cuales la humanidad se enreda continuamente: “el 24 fuiste con ellos, ahora te toca con nosotros...”; “¡Cómo la vas a dejar sola a tu tía!”; “El año pasado fuimos nosotros para allá. Ahora les toca venir a ustedes” y estupideces por el estilo.

2) Invitaciones

Un jedi puede ser convidado a participar en una cena de navidad o fin de año. Generalmente esto representa un gran honor que se debe agradecer con reverencia y profundo regocijo, aunque se decline amablemente la oferta.
A veces, sin ser invitado expresamente, un jedi puede pensar que su presencia será bienvenida en una cena donde le interesa participar. En ese caso el Jedi obrará de la siguiente manera: En primer lugar contactará a alguno de los anfitriones, a quien le preguntará cuáles son sus planes para la cena de navidad o fin de año: “¿Ché Nati, con quién pasan nochebuena?”
Las respuestas pueden ser muchas, todas esclarecedoras:
“Con nadie, solos acá...” ; “Con la familia de Felipe” ; “Y... no sé... yo te iba a preguntar a vos...” o “¡Con vos, pelotudo! ¿O te vas a ir a algún lado?”

Si el jedi planea organizar una cena o fiesta en conjunto con sus amigos o familiares, bastará que se contacte con alguno de ellos y pregunte “Che, ¿qué hacemos para año nuevo?”
Si el jedi no tiene la suficiente confianza para llamar a su amigo y hacer esta
poderosa pregunta, entonces está considerando erróneamente como amigo a un mero conocido.
Si esta imposibilidad se manifestara a la hora de llamar a un familiar, entonces el jedi deberá revisar sus relaciones familiares y tal vez considerar, ¿por qué no?, un cambio de familia.

Hay gente que practica el divismo. El divismo consiste en hacer una tragedia de la invitación a las fiestas.
“Si no me llama mi hijo, yo no pienso moverme, mirá... porque siempre el que llama soy yo!”; “A vos te parece, la yegua de mi nuera, que no es capaz de llamarme para avisarme del asado?” y cosas por el estilo. Al presenciar una escena de divismo, el Jedi solamente puede hacer una cosa: Nada. Así que le dedica un microsegundo de reflexión y luego sigue con sus tareas habituales.

3) De la organización

Un jedi no dejaría nunca que los demás anfitriones o invitados se encargaran de la organización sin participar en ello. Es impensable que un jedi llegue a cenar minutos antes de poner la mesa sin haber participado o al menos haberse interesado en qué traer (entrada, salado, dulce o bebida). Ya raya en lo ridículo la posibilidad de que el jedi llegue igualmente ajeno a todo, pero con la mesa ya puesta.

4) De los gastos

Suele suceder que durante la cena o fiesta, el jedi se encuentre comiendo y bebiendo todo tipo de manjares. Y puede incluso que el jedi se sorprenda de la calidad y cantidad de la provisión. Las fuentes posibles de las cosas que se consumen en una fiesta son dos: O fueron aportadas por el mismo jedi, y/o fueron aportadas por los demás. A menos que se cuente a Jesucristo entre los invitados, no existen otras causas posibles para la aparición de comestibles o bebestibles en una mesa navideña.
Entonces, en el momento en que la fiesta va promediando, el jedi siempre pregunta a los anfitriones lo siguiente “Ché, cuánto hay que poner por el morfi y el chupi?”
La cantidad de posibles respuestas es ilimitada, pero vayan algunas a modo de ejemplo:
“Nada, bolastrún, si vos trajiste casi todo! Te tenemos que dar a vos!”
“Nada, man... con lo que trajiste vos quedamos a mano.”
“26 pesos”
Sea cual sea la respuesta, siempre es un motivo de alegría. Si no lo es, porque el dinero pedido es excesivo o porque uno desconfía de quien hace las cuentas... entonces el jedi ha pasado la fiesta con la gente equivocada.
De todas maneras, para evaluar correctamente la justeza de una liquidación de gastos fiesteros, hay que tener cierta práctica como anfitrión. La gente que está acostumbrada a invitar y abrir su casa a los demás aprecia claramente esto.

5) De la música

No es raro que de vez en cuando el jedi tenga que pasar música en la fiesta de fin de año. En este caso, esta casi palindrómica tarea, la de DJ Jedi, tiene sus bemoles.
Hay que tener entonces a mano, unas respuestas cortas y bien ensayadas para cuando se acerquen los contertulios con sus pedidos descabellados.
Pedido: “Quiero escuchar algo de pink floyd!”
Respuesta: “Por supuesto, cuando vuelvas a tu casa te autorizo a que te escuches enterito El lado oscuro de la luna”
Pedido: “Poné algún tango!”
Respuesta: “Cómo no, en cuanto esos cincuenta inadaptados que se empecinan en bailar cumbia abandonen la pista, mandamos los tangos”
Pedido: “No tenés nada de Nirvana?”
Respuesta: “Lamentablemente, el remixado de nirvana que tenía preparado se me ha perdido... tenemos que arreglarnos con esta mierda que estoy pasando”
Pedido: “Poneme algo de Keane, porfis....!”
Respuesta: “Flaca, en el derpa tengo la discografía completa. ¿Nos vamos juntos y te la pongo?”

Y por último, recuerde el jedi que el nuevo año cuenta con 365 jornadas, como mínimo, para homenajear a quienes han quedado en el tintero: aprovecha tu tiempo!