jueves, 18 de mayo de 2006

Contra los taxistas

El jedi vuelve a su casa.
Se dispone a cruzar la calle y mira hacia ambos lados. Nadie viene.
Pone un pie en la acera justo cuando un taxi dobla por la esquina y se abalanza sobre él.
Los reflejos del Jedi salvan su vida. Esquiva por poco la feroz embestida del vehículo que se aleja raudo calle abajo.
El Jedi cae presa de la ira.
Le desea al taxista toda clase de males.
Piensa: ¡Ojalá sufras! ¡Ojalá sufras mucho!
Y peor, sigue pensando: ¡Que vivas una vida de esclavo, condenado a trabajos forzados de por vida... que solo te detengas para dormir!
Y tal es la ira del Jedi, que llega a desear al perpetrador terribles cosas:
Que tu vida sea una prisión constante cercada por tu ignorancia.
Que los barrotes de tu celda mental permitan únicamente tres grados de libertad: “¿Cómo andará el auto?”, “¿Qué clima hay? y “¿Cómo estoy del intestino?”.
El Jedi es cruel, pues sigue pensando:
... Y que te sea negada toda la música y la literatura, que nunca disfrutes del teatro ni de los viajes... que bebas solo agua contaminada y cerveza barata, que pases tu vejez sin ayuda social... que temas el mañana... que no haya esperanza en tu vida. ¡Que debas comer cadáveres en avanzado estado de putrefacción en una parrilla al paso!
El Jedi reanuda el camino a su casa y, conforme pasan los minutos, comienza a calmarse. Nuevamente es él. La luz de la fuerza regresa.
Y comienza el Jedi a retractarse. El arrepentimiento avanza por sus fibras de caballero.No fue para tanto...
Es decir, no fue nada.... ¿Cómo va a desear tanto mal a un ser vivo por una pavada?
Realmente ha exagerado. No, seamos realistas...¡El Jedi se fue a la mierda! Le deseó la condena, la peor de todas, a un taxista por un cuasi accidente sin consecuencias... ¡Muy poco Jedi!
Llega por fin el caballero galáctico a su casa, amonestándose. Ya ha perdonando y olvidado al taxista aquél. Ahora el Jedi está preocupado por él mismo.
Pero la mala sensación se desvanece, como siempre, con el humor. El Jedi elabora un fino chiste privado.
Ríe divertido por su loca ocurrencia mientras pone a calentar el agua para el té.
Pensó: “Debo ser más cuidadoso con mis maldiciones... no vaya a ser que algo o alguien me cumpla mis bárbaras condenas mentales.”
¡Vaya idea!